Domingo casero
Por primera vez desde hace varias semanas hemos tenido un domingo para nosotros. Entre eso y que el sábado malaika me había picado (evidentemente, con toda la intención), decidí aprovechar el día.
Al levantarme de la cama, la encontré en la cocina, haciendo faena. Llevaba un vestido rojo de estar por casa y, aprovechando que cuando está por casa no lleva ropa interior, tras darle los buenos días me puse detrás de ella y aprisióne con mis manos sus pechos, masajeándolos con firmeza mientras le besaba el cuello y los hombros. Ella dejó de hacer lo que estaba haciendo y se concentró en mis caricias mientras comenzó a gemir.
Al cabo de unos momentos le bajé el vestido, desnudándola y le dije que se arrodillara. Ya sabía lo que tenía que hacer. Tras gozar de su boca le dije que se pusiera a cuatro patas y, cogiéndola del pelo tiré de ella hasta el salón. Alli la deje sin más. Yo me senté en el sofá y, tras haberme acomodado le ordené que fuera a buscar el collar y se lo pusiera. Al volver, ya con el collar en su cuello, le ordené que se arrodillara. la dejé así durante unos segundos, tras los cuales le dije que fuera a buscar la caña. Cuando hizo ademán de levantarse le ordené que fuera a cuatro patas. Al volver se puso de nuevo de rodillas, pero sujetaba la caña con una mano. Le dije que la sujetara con los dientes y así lo hizo. La dejé así durante un rato más hasta que decidí levantarme y, tomando la caña de entre sus dientes, comencé a azotarla. Sin prisas, deleitándome con sus quejidos. Por supuesto, no perdí la oportunidad de volver a gozar de la lengua y los labios de malaika mientras seguía azotándola en las nalgas con la caña. Después, le ordené que se pusiera a cuatro patas en la cama y me esperara allí. Fui a buscar la pala de madera (mango largo y cabeza aplanada), comprada hace ya un tiempo en un puesto ambulante que vendía utensilios de cocina de madera. Al ir a la habitación, malaika ya estaba en posición. Dejé la pala sobre la cama, delante de ella, para que pudiera ver con qué objeto iba a ser azotada a continuación y fuera consciente de cuánto le iba a doler. Por los sonidos que hizo, entendí que mi acto había hecho su efecto. A continuación cogí la pala y comencé a azotarla en las nalgas. De vez en cuando volvía a la caña y aprovechaba para azotar sus pezones, extremadamente sensibles, con lo que su sufrimiento se multiplicaba. Cuando me cansé de azotarla, la penetré y la poseí. Mientras lo hacía le anuncié mi decisión: ella no tendría orgasmo. Y así fue. Cuando tuve el mío le dije que quizá por la tarde le permitiría tener uno. Y nos quedamos un rato abrazados mientras le daba unos mimitos bien ganados ^^. Sin embargo, tenerla allí desnuda, piel con piel, hizo que me dieran ganas de poseerla de nuevo, y así lo hice. Por supuesto manteniendo la promesa de que no tendría un orgasmo en ese momento.
Durante la comida y a primera hora de la tarde malaika llevó su collar en todo momento. De vez en cuando, con el objetivo de mantener alta su líbido, yo le masejaba los pechos y los pezones sin previo aviso, con el resultado que podéis imaginar. A media tarde ambos estábamos en el sofá sentados. De pronto ella dejó su ordenador sobre la mesa y se acomodó en el sofá. Le pregunté si iba a dormir y me dijo que lo intentaría. Le dije que no podría ser y que ya podía ir a buscar cuatro cuerdas y el Magic Wand. Cuando volvió le dije que se desnudara, que despejara la mesa y que se tumbara de espaldas sobre ella (ya he escrito en este blog sobre la mesa, incluso podéis ver una foto). Até sus muñecas y sus rodillas para mantener su piernas separadas y me dediqué durante un buen rato a alternar periodos de masturbación con el vibrador Magic Wand (si no sabéis lo que es, no sabéis lo que os perdéis) con períodos en los que la dejaba relajarse. La tensión física y emocional a la que la tenía sometida era grande, pues ponía el vibrador a la máxima velocidad. Ella acababa deciendo con la voz entrecortada y medio gritando que si seguía así acabaria teniendo un orgasmo. Yo insistía durante unos segundos más y, cuando detectaba que su excitación era máxima y que efectivamente estaba a punto de llegar al clímax, retiraba el vibrador, con la consiguiente frustración de malaika, que no podía aliviar su tensión. Y así la tuve durante un rato hasta que me apiadé de ella, la desaté y la envié a la cama de nuevo, otra vez a cuatro patas. Mientras la penetraba le dije que ahora sí podía tener su orgasmo. Después de haber estado excitada todo el día y la tortura a la que la había sometido durante la tarde, ya os podéis hacer una idea de cómo fueron sus orgasmos, pues tuvo dos ;).
Hellcat
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