Correctivo
Aunque haga tiempo que no jugamos en el sentido estricto de la expresión, creo haber comentado alguna vez que nuestra condición como Amo y sumisa está siempre presente durante nuestras relaciones sexuales. Es inevitable que cuando mantenemos relaciones salgan a relucir nuestros roles: nuestro lenguaje corporal se ajusta a nuestros roles, ella me habla de usted, etc. Por lo tanto, aunque no juguemos –en el sentido de mantener una sesión- nunca dejamos de ser quienes somos.
Sin embargo cuando estamos un tiempo sin jugar, malaika tiene cierta tendencia a mostrarse impertinente. Tendencia que se agudiza cuanto mayor es el tiempo que ha pasado desde la última sesión. No sé si esto es algo que también os pasa a vosotros, dominantes, con vuestras sumisas/os. Pero desde luego, tengo cada vez más claro que malaika necesita de vez en cuando que la pongan en su sitio.
Ayer, la impertinencia rayó lo inaceptable, tras “recordarme”, mientras realizaba tareas del hogar, que hacía unas horas se había insinuado y yo no le había hecho caso. Su impertinencia fue subiendo de tono hasta que se me agotó la paciencia y decidí aplicarle un correctivo.
Sin salir de la cocina, donde había tenido lugar la conversación, abusé de sus pechos tras desnudar su torso. Después la llevé hasta la habitación donde seguí magreando su cuerpo y acabé de desnudarla. La llevé hasta la cama y la empujé. Ella, erróneamente, entendió que quería que se pusiera a cuatro patas y, antes de poder sacarla de su error, aún tuvo oportunidad de seguir en su línea rebelde “claro, ahora hacemos uno rápido a cuatro patas y ya está, ¿no?”. Lógicamente, este último comentario, hecho a la ligera, fue la gota que colmó el vaso. ¡Qué atrevimiento! ¿Acaso pretendía saber qué era lo que yo estaba pensando? ¿Qué era aquello? ¿El mundo al revés?
No recuerdo exactamente cuáles fueron mis palabras, pero recuerdo que incluyeron la palabra “puta” y le dije que quería que se tumbara boca abajo. Ella obedeció mientras yo salía de la habitación para buscar el material que necesitaba: tres cuerdas, las esposas, nuestra última adquisición. Para que os hagáis una idea, imaginad un pedazo de cinturón de piel de unos treinta centímetro de longitud. Aunque el objeto en cuestión no ha sido obtenido de ningún cinturón, sino que fue manufacturado ya directamente tal y como es. Por cierto, fue idea de malaika el adquirirlo… y además lo consiguió en el último sitio que os podríais imaginar.
Tras ponerle las esposas usé una cuerda para atar sus codos. Con las otras dos cuerdas, trabé sus tobillos y sus rodillas. Después me apliqué durante un buen rato a azotar sus nalgas con el cinturón alternando golpes más fuertes con pequeñas azotainas que, al estar sus nalgas ya rojas y doloridas, arrancaban de malaika gritos, lágrimas y súplicas. No me ablandé ante su sufrimiento. Todo lo contrario: necesitaba una severa lección y eso es lo que obtuvo.
Después de desatarla y quitarle las esposas, le separé las piernas y, estando ella aún boca abajo, la penetré. No me sorprendió notar que estaba muy mojada y, evidentemente, no perdí la oportunidad de comentárselo, asegurándome que mis palabras fueran lo más humillantes posible. No estuve mucho tiempo así. Al cabo de poco rato le ordené que se diera la vuelta y que separara las piernas y continué poseyéndola mientras le recordaba lo puta que era por permitir que me la follara de esa forma después de haberla azotado como lo había hecho.
Pero sabía que aún podía humillarla más y a ello me apliqué: le expliqué que a continuación usaría su boca para darme placer y que después ella se pondría arriba clavándose en mi miembro. Su reacción fue tal y como la imaginaba: chuparme era humillante, pero tenía un pase, pero ponerse ella arriba… eso ya era otra cosa. Llegados a este punto creo que el asunto merece una explicación. Cuando conocí a malaika, me dijo que nunca había mantenido relaciones situándose ella encima. Tenía miedo a quedarse bloqueada por no saber qué hacer o cómo moverse. Esta actitud, que no dejaba de ser consecuente con su forma de ser pasiva-sumisa, me sirvió para demostrarle que, como mujer y como sumisa, ella sería capaz de hacer cualquier cosa que se propusiera. Con paciencia conseguí que no sólo fuera perdiendo el miedo a ponerse ella encima, sino que además, es una de las posturas que más disfruta.
Sin embargo, en las circunstancias que nos ocupan, con malaika azotada y humillada, su respuesta cuando le anuncié que ella acabaría situándose arriba fue “No”. Evidentemente, me encargué de que se arrepintiera de esa respuesta. Así, entre lágrimas obedeció y tras el sexo oral –durante el que tampoco perdí oportunidad de humillarla con mis palabras-, adoptó la postura requerida encima de mí y comenzó a moverse. El instinto le hacía cerrar los ojos para sentir más el placer. Pero yo sabía que tarde o temprano los abriría para mirarme y, cuando lo hiciera, se cruzarían con los míos. Y así fue en varias ocasiones, en las que malaika apartaba rápidamente su mirada mientras su rostro se enrojecía –aún más- y su expresión facial ponía de manifiesto la profunda vergüenza que estaba sintiendo al mirarla estando ella en esa situación.
Finalmente le ordené que se pusiera a cuatro patas y le ordené que se masturbara mientras yo la penetraba desde atrás. Y así fue como acabó la sesión.
Hellcat
P.D.: más tarde malaika me comento que la había puesto en sus sitio, que le había encantado y que a ver si se repetía… ais, esta malaika que zorrilla es, jaja.
1 comentario
malaika{Hc} -
Realmente me merecía este correctivo... le pido nuevamente disculpas por mi impertinencia y le agradezco que me pusiera en mi lugar.
Remarcar que el castigo de azotes que me dió realmente fue duro. Me atrevo a decir que de los más duros desde que nos conocemos. Y aunque sufrí mucho, también me lo pasé muy bien :P Y ahora recordándolo.... bufff... creo que me estoy humedeciendo :P
Es que como Usted dice... soy una zorrilla... Su zorrilla
Siempre a Sus pies,
malaika{Hc}