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Master Hellcat

La psicología de la sumisa (II)

Sirva como ejemplo el episodio que os describo a continuación. Hace unos días malaika y yo caminábamos por la calle en dirección al coche. Yo iba con una maleta con ruedas. Pesaba bastante, pero no me exigía mucho esfuerzo, ya que la llevaba rodando. Ella llevaba una especie de cesta/bolsa que, si bien pesaba bastante menos que la maleta, debía transportar a pulso, por lo que el esfuerzo requerido era equivalente al que hacía yo. Naturalmente, en esa situación no estábamos jugando ni en nuestros respectivos roles de Amo y sumisa. Tan solo éramos una pareja más transportando su equipaje.

Al cabo de un rato malaika hizo un comentario en broma sobre el hecho de que yo podía usar las ruedas de la maleta, mientras que a ella no le quedaba más remedio que sostener la bolsa a pulso. Yo me ofrecí a llevar la bolsa, ya que sabía que no me supondría un esfuerzo excesivo cargar con los dos bultos. Ella se negó y yo insistí. Al final ella me cedió la bolsa y así continuamos andando durante unos segundos hasta que malaika comentó, medio riéndose, que así parecía yo el sumiso y que era mejor que le devolviera la bolsa.

Yo me negué y le expliqué que las cosas nunca son lo que pueden parecer a simple vista y que quizá para el ojo poco entrenado podría parecer que, efectivamente, yo era el sumiso y ella la Ama. Sin embargo –continué con mi explicación-, conociéndola como yo la conocía, sabía que ella estaba “sufriendo” al verme cargado con ambos bultos mientras ella caminaba con las manos libres. Y que esa era la realidad de la situación: ella “sufría”, como sumisa que era, y yo, que estaba llevando el equipaje de ambos sin que me representara demasiado esfuerzo, estaba disfrutando de la situación al ver el suyo.

Mi teoría se vio confirmada varias veces durante el corto trayecto hasta llegar al coche. Malaika me pedía una y otra vez que le devolviera su cesta con gesto de súplica. Por supuesto, me negué todas y cada una de las veces, añadiendo de vez en cuando, comentarios destinados a aumentar su “sufrimiento”: “seguro que esa persona con la que nos acabamos de cruzar habrá pensado que cómo es posible que te puedas aprovechar de tu pareja de esa forma permitiendo que yo lo lleve todo”, etc.

Así que ya sabéis, queridos lectores: sed abiertos de mente porque las apariencias engañan. Tendemos a deformar la realidad –casi siempre de forma inconsciente- para que se adapte a nuestras ideas y conceptos preconcebidos, pero el mundo que os rodea obedece a sus propias leyes, que son independientes del observador. Y el BDSM no es una excepción.

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malaika

Ya habéis leido sobre ella en los últimos posts, pero no os la he presentado "oficialmente". Para vosotros es malaika, mi sumisa.

Su nick significa "Ángel mío". Nos conocimos en septiembre de 2009. Al principio tan sólo éramos Amo y sumisa. Quédabamos, se sometía a mí, y eso era todo.

Pero poco a poco comenzamos a hacer otras cosas juntos. Y esa dinámica, al margen del ámbito del BDSM, fue la que nos fue acercando cada vez más.

Ahora somos pareja, además de Amo y sumisa, y vivimos juntos desde el verano pasado.

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Cuidado con lo que deseas... podría convertirse en realidad :p

No es la primera vez que le pasa. Después de correrse se queda en la cama, desmadejada, incapaz de moverse ni de articular palabra alguna. Pero, aún caliente, desea que la posea de nuevo. Y es precisamente esa calentura la que la traiciona.

- Soy suya. Haga comigo lo que quiera.

Normalmente paso por alto estos comentarios, sabedor de que es su excitación la que habla por ella. Pero hoy tenía ganas de ser malo.

- ¿De verdad? ¿Lo que yo quiera?

Dándose cuenta en ese momento de las implicaciones que podía tener esta conversación, ella calla.

- Ya sabía yo que no lo decías en serio -la pico, sabiendo que esta frase hará efecto en ella.

- Sí, sí, pídame lo que quiera y lo haré -vuelve a decir, susurrando, pues sigue sin poder hablar.

Continuamos un rato más con este juego de voluntades. Ella insistiendo en que hará lo que yo diga, a sabiendas de que le voy a pedir algo que no le va a gustar o que le dará mucha vergüenza. Y yo insistiendo con mis "¿Lo que yo quiera sea lo que sea?", para provocar su arrepentiemiento.

Finalmente le digo lo que quiero de ella: que se arrodille sobre la cama, desnuda como está, y se masturbe para mí, mientras yo la miro. Si lo prefiere, puede ayudarse con el Magic Wand.

Se confirman sus peores temores. Le acabo de pedir una de las cosas que más vergüenza y humillación le provocan. A otras sumisas no les importa verse en esta situación. Pero a ella le horroriza la idea. Yo lo sé, y por eso se lo he pedido.

Elige la opción de emplear el Magic Wand y, naturalmente, es ella la que debe ir a buscarlo, lo que añade más vergúenza a su situación.

De vuelta en la habitación, adopta la postura adecuada y comienza a masturbarse con la mano. Puedo ver en su cara el placer mezclado con la vergúenza y la humillación. Sé que esta es una de las situaciones que más contribuye a hacerla sentir como una puta.

Ahora usa el Magic Wand. Yo tengo clavada mi mirada en su cara, aunque de vez en cuando recorro su cuerpo de forma ostensible, para asegurarme que ella se percata de ello.

Desea besarme. Así me lo dice, con voz entrecortada por el placer.

- Cuando te corras -contesto.

Pero no puede correrse. Demasiada vergüenza, demasiada tensión. No puede relajarse en esa situación y eso le impide llegar. Los minutos pasan y ella gime, grita y se retuerce, pero el orgasmo no llega.

Aprovecho para hurgar en la herida, diciendo que es una puta y que quizá tendría que cobrar entrada para que otros la vieran así, como la estoy viendo yo ahora. Las palabras surten efecto. Lo puedo ver en su cara.

- Por favor, Amo, un beso -insiste.

- Cuando te corras. Eso sí, después de ello, quizá te ponga a cuatro patas y te folle de nuevo.

Finalmente llega al orgasmo. Grita, se estremece de placer y se derrumba sobre la cama. Cumpliendo con lo prometido, la beso.

- Ponte a cuatro patas.

Le cuesta, pues, igual que antes, vuelve a estar extasiada por el placer. Pero obedece. Adopta la postura que se le ordena, esperando a que la penetre. Lo hago y la poseo hasta que me corro dentro de ella. De nuevo su cuerpo cae inerte sobre la cama. Esta vez, por fin, puede descansar.

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Nueva adquisición

Seguro que la gran mayoria de vosotros sabe de qué hablo si digo el nombre por el que se conoce a este aparato de "masaje": Magic Wand. Hay muchos videos en internet en el que pueden verse sus principales "aplicaciones".

Desde hace tiempo teníamos ganas de adquirir uno para probarlo. Los gritos y gemidos de las chicas que aparecen en los videos parecían suficiente aval como para plantearnos el desembolso de los 99,99 euros (más gastos de envío) que cuesta. "Pero eso debe de ser muy intenso, ¿no?. Sólo hay que ver cómo gritan y se retuercen", era el comentario habitual de mi sumisa.

Pues bien, ya hemos tenido ocasión de probarlo y, efectivamente, los gritos y gemidos están más que justificados. Claro que siempre es mucho mejor ver cómo tu propia sumisa grita, gime y se retuerce de placer en directo, que no unos videos en internet :p.

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Sumisos/as de "alto nivel"

Creo que ya os he hablado alguna vez del concepto de “buena sumisa” o “mala sumisa”. Para no repetirme, resumo: para mí una “buena sumisa” es aquélla que intenta cubrir las necesidades de su Amo, del mismo modo que un “buen Amo” es aquél que intenta cubrir las necesidades de su sumisa. Que lo consigan o no puede depender de más variables, no sólo de ellos mismos. Creo recordar que también he dicho en alguna ocasión que no todo el mundo es compatible, ya que las necesidades de un Amo y una sumisa pueden ir por diferentes derroteros. En fin, os he mencionado una relación sumisa/Amo, pero ya sabéis que tanto da sumisa, sumiso, Amo o Ama. Lo importante es el concepto, que puede ser aplicado en cualquier caso.

 Pues bien, dicho esto, añadiré que hay cosas que, simplemente, no entiendo. No hace mucho leí -no diré dónde- que una Ama buscaba sumisos “de alto nivel”. Y yo me pregunto: ¿qué es un sumiso de “alto nivel”? O, mejor dicho, ¿qué entiende esa Ama con “alto nivel? ¿Que el sumiso debe dejarse hacer cualquier cosa? ¿O quizá que el sumiso debe soportar un alto grado de dolor? Vale, quizá soy un malpensado y no se refería a nada de esto. Puede que tan sólo estuviera buscando -previa negociación para comprobar su afinidad y la existencia de objetivos comunes- un sumiso dócil y obediente, que aceptara sus enseñanzas y castigos de buena gana, deseoso de agradar y servir a su Dueña. Sí, quizá se refería a eso con “alto nivel”…  pero mi instinto y mi experiencia me dicen que seguramente no es así.

 Lo más acertado para evitar este tipo de confusiones y elucubraciones habría sido que la Ama hubiera explicado de forma clara qué es lo que busca. No olvidemos que lo que para ella es “alto nivel”, para el sumiso podría ser algo trivial. Y, naturalmente, también podría darse el caso contrario: lo que para el sumiso puede ser “alto nivel”, quizá para la Ama no lo es. En cualquier caso, creo que la expresión “alto nivel” no debe emplearse a la ligera, pues nadie está en disposición de afirmar qué significa “alto nivel”. O, mejor dicho, sí podrá explicar qué significado tiene para él, pero desde luego no podrá hablar por los demás.

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La gran pregunta: "¿Cómo puedo ser Amo?"

Desde que empecé a practicar el BDSM, y a escribir este blog, no son pocas las personas que me han pedido –a veces, incluso rayando la súplica- que les enseñe a ser Amo. La verdad es que este tipo de peticiones siempre me causa cierta confusión, pues a mí nadie me enseñó nada, ni sentí la necesidad de pedirle a alguien que lo hiciera. Así que no acabo de entender muy bien dicha necesidad. ¿Será que soy más listo que los demás y nací ya enseñado? Evidentemente no, así que, tentado por el reto, he dedicado un poco de tiempo a pensar en este asunto para tratar de aclararlo.

Basándome tanto en mi experiencia como en las charlas que he mantenido a lo largo de estos años, he llegado a la conclusión de que hay  gente que confunde “tener la actitud propia de un Amo” con “jugar”. Así, cuando alguien me pide que le enseñe a “ser Amo”, nunca me queda claro si se está refiriendo a la primera cuestión o a la segunda. Aprender a “jugar” no es difícil. El aprendizaje de las técnicas básicas para el uso de pinzas, cuerdas, azotes, etcétera, no requiere un gran esfuerzo. En otros casos, por el contrario, es necesario extremar las precauciones y realizar los ensayos necesarios para adquirir destreza en el manejo del material. Sin embargo, no hay nada que no pueda aprenderse con ganas, tiempo y un poco de habilidad. Pero no es esto lo que yo entiendo por “ser Amo”. Para mí, “ser Amo” es tener la actitud propia de este rol. Y eso –a pesar de que alguien pueda decepcionarse leyendo esto-, no puede enseñarse, sino que es algo que llevamos dentro de nosotros. Como un fuego que nos arde por dentro. “¿Pero acaso esto del BDSM no va de adoptar un rol? ¿De actuar? ¿De hacer ver que somos algo que realmente no somos?”, se nos puede preguntar. Sí, es correcto. “Entonces, ¿por qué no fingir? Podría simular que soy Amo”. Me temo que no es suficiente. Las sumisas perciben cuándo un Amo realmente no se siente como tal. Como ya he dicho antes, cualquiera puede aprender a dar azotes o poner unas pinzas. Pero nadie puede fingir eternamente ser lo que no es. Si el Amo no es capaz de transmitir su actitud dominante hacia la sumisa, ésta no se sentirá sometida ni entregada y, probablemente, se acabará aburriendo.

Es cierto que a los Dominantes nos gusta revestir nuestros juegos con una pátina de realidad que nos permita tocar lo intocable. Percibir más de cerca lo que sentimos, alimentar nuestro fuego interno hasta convertirlo en un incendio desbocado cuando contemplamos cómo la sumisa se entrega a nosotros. ¿Acaso los azotes no duelen? ¿La cera no quema? ¿Las cuerdas no aprietan? Todo esto es tangible, físico, real. Y, como ya he dicho antes, puede aprenderse. Pero sólo es la punta del iceberg. Detrás está nuestro fuego interno, la realidad de lo que somos.

¿Miedo escénico? ¿Pánico a quedarse en blanco? ¿A que la sumisa se dé cuenta de que se os han acabado las ideas? Me temo que tampoco puedo hacer nada al respecto. Nunca uso un guión predefinido. En cuanto el juego diera un giro inesperado no previsto en el plan, el guión no serviría de nada. Yo avanzo en función del conocimiento que tengo de la sumisa –cuanto más la conozco, más me puedo arriesgar; si la conozco menos, soy más prudente- y de sus reacciones a mis estímulos físicos o psicológicos. Cuando se cierra una puerta, abro otra. Si veo que me acerco a un callejón sin salida, creo nuevas opciones.

Otro aspecto importante es que, si yo os dijera qué debéis hacer y decir durante una sesión –“cuando entre por la puerta dile esto, luego haz aquello, después llévala hasta el salón, etc.”- y vosotros os limitarais a ser unas manos que ponen en práctica mis instrucciones, la sumisa no os estaría percibiendo a vosotros, sino a mí a través de vosotros. Serían mis juegos, y no los vuestros. Mi forma de entender el BDSM, no la vuestra. En definitiva, yo, y no vosotros. Y estoy completamente seguro de que esto no es lo que desea cualquiera que se autodefina como Amo. Desde luego yo no lo querría. ¿Acaso cuando queréis jugar un partido de fútbol con los amigos le preguntáis a otra persona qué debéis hacer? –“pues mira, al empezar el partido avanza por la banda, esperas que te pasen el balón, corres hasta llegar al área, luego centras y…”-. No, simplemente vais con vuestras ganas de jugar el partido y de pasarlo y hacerlo pasar bien. Cada partido es distinto y cada experiencia, enriquecedora por sí misma. No sería lo mismo si todo esto dependiera de lo que os diga una tercera persona. En este sentido, no hay ninguna diferencia con el BDSM. Las ganas y la necesidad de ser el creador de tus propios juegos es la misma.

Yo no necesito que nadie me diga qué debo hacer. Invento, improviso, creo, disfruto. Soy Master Hellcat.

Hellcat                                                                                                                                                                                                                                                                            Barcelona                                                                                                                                                                                                                                                                                                   16 de agosto de 2010

La psicología de la sumisa

Sin duda este es uno de los aspectos que más me atrae del mundo del BDSM, tanto por lo que me aporta como Amo, como por su complejidad.

Como ya he mencionado anteriormente, encuentro gran placer en proporcionar estímulos que provoquen en la sumisa diversas respuestas. Ahora bien, para saber cuál es el estímulo adecuado para conseguir una determinada reacción, es necesario tener un conocimiento lo más amplio y profundo posible de la sumisa. ¿Cómo funciona su mente? ¿Cómo saber lo que está pensando? ¿Qué esquemas mentales la llevan a pensar tal o cual cosa en cada momento? ¿Cómo puedo intervenir en dichos mecanismos mentales para llevar sus pensamientos por el camino que más me interesa? Son preguntas que me he hecho muchas veces y a las que siempre he intentado dar respuesta.

Cada sumisa reacciona de forma distinta ante un mismo estímulo. Por lo tanto, una vez más, hay que hacer hincapié en que el Diálogo es imprescindible para conocerla. Hay que tener en cuenta que su respuesta emocional no vendrá dada sólo por su personalidad como sumisa, sino también por su forma de ser como persona y mujer. Es necesario, por lo tanto, que el Amo la conozca en sus tres vertientes: sumisa, persona y mujer. Este proceso permitirá al Amo, no sólo aprender cómo funciona la mente de la sumisa -de esa sumisa en concreto, lo que permitirá dar respuesta a la primera pregunta que planteé en el párrafo anterior-, sino también conocer sus esquemas mentales. Con este conocimiento, el Amo podrá predecir qué va a pensar la sumisa o qué está pensando en ese momento. Siempre es un aliciente observar su cara de sorpresa cuando, por mis palabras o hechos, le doy a entender que sé lo que estaba pensando. Es un truco muy efectista y que suele conseguir interesantes reacciones. Naturalmente, en realidad no sé lo que está pensando y puedo equivocarme. Pero el conocimiento que tengo de ella me permite aventurarme con una razonable posibilidad de éxito cuando detecto una situación -normalmente durante una conversación que tiene  lugar mientras estamos realizando una actividad cualquiera, ya sea BDSM o no- propicia.

Más interesante aún es poder intervenir en los pensamientos de la sumisa. Lógicamente, no puedo ordenarle a la sumisa que piense en cada momento lo que yo desee. En primer lugar la idea me resulta, simplemente, absurda. Y en segundo lugar, aunque le ordenara qué ha de pensar en cada momento, no sería lógico pretender que la sumisa pueda hacerlo. Y no por falta de obediencia o ganas, sino porque no es fácil controlar nuestros propios pensamientos, a menos que se tenga una férrea disciplina y se haya practicado dicho control -tema, por otra parte, muy interesante, pero que no abordaremos ahora debido a su complejidad.

Ahora bien, aunque no pueda decirle a la sumisa qué ha de pensar en cada momento, sí puedo manipular su mente para que sea ella la que haga suyos mis pensamientos como si hubieran sido generados por su propia mente de forma espontánea. Una vez que se conoce la forma de pensar de la sumisa, es relativamente fácil implantar en su mente la semilla de lo que sé que tarde o temprano se convertirá en un pensamiento que trabajará en mi favor -poniéndola nerviosa, excitándola, etc. Aquí es donde sale a relucir la personalidad de la sumisa, no sólo como tal, sino también como persona y mujer. Unas pensaran en el asunto y serán capaces de descartarlo hasta que, al cabo del rato vuelvan a pensar en ello, otras se pasarán el día dándole vueltas constantemente… hay tantas posibilidades como sumisas.

Pero en la práctica, ¿cómo implantar esa semilla de la que hablaba antes en la mente de la sumisa? Uso dos métodos:

 

1. Método directo. Explico a la sumisa mi visión sobre un tema, o lo que espero de ella en una determinada situación, o algún juego que se me ha ocurrido y que pondré en práctica en alguna ocasión… Sea lo que sea, lo hago de forma explícita y directa, sin guardarme información.

 

2. Método sutil. Doy explicaciones incompletas, dejando que su imaginación trabaje llenando los huecos y, a menudo, haciendo una montaña de lo que sólo es un grano de arena. Recordad que no es lo mismo no contar toda la verdad, que mentir. No se puede mentir bajo ni ningún concepto, pues ninguna sumisa podría confiar en un Amo mentiroso.

 

Por otro lado, no hay que olvidar que en el mundo del BDSM todo está interrelacionado. Así, el concepto de psicología de la sumisa es mucho más amplio y rico de lo que pueda parecer a simple vista, pues existen multitud de acciones que pueden provocar respuestas emocionales por su parte. Un ejemplo de ello puede ser lo que he explicado anteriormente refiriéndome a las posturas, la primera sesión, su inspección… como ya he dicho, todo está encaminado a provocar una respuesta de la sumisa. Por lo tanto el Amo no debe auto limitarse -con la excepción de las limitaciones incluidas dentro del concepto de Límite-, sino explorar las posibilidades que su sumisa ofrece. Y fijaos que no he dicho “la sumisa”, sino “su sumisa”. Porque, como ya he dicho en este mismo apartado, cada sumisa es distinta y lo que para una puede funcionar, para otra puede no ser efectivo. Evidentemente, lo mismo puede decirse de los dominantes, de forma que, dada una misma sumisa, un Amo puede hacer aflorar en ella aspectos que quizá otro no pudo o no supo hacer aflorar.

Como ya habréis deducido a estas alturas, el BDSM no es, en absoluto, una ciencia exacta. Por lo tanto, también en este caso, por muchos ejemplos que os pueda poner, estoy seguro de que siempre encontraríais nuevas situaciones. Una vez más se hace evidente, por lo tanto, que la única forma de estar preparado para aprovechar las posibilidades que el juego nos ofrece, es conocer a la otra parte tanto como podamos. Hay tantas posibilidades como personas y cada una de ellas es, a su vez, depositaria de un universo infinito de sensaciones, emociones y reacciones que podréis explorar, ya seáis Amos o sumisas.

Fin de relación

Tras el fin de la relación que mantenía con satin, he procedido a borrar los artículos vinculados a ella.

Ahora mismo el destino de este blog es incierto, aunque de momento seguirá on-line.

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